Ariana Grande finalmente lanza su nuevo disco «Eternal Sunshine», un álbum que es el deseo ahora cumplido de una artista que está marcando un nuevo espacio en el R&B.
Definitivamente Grande ya no es en lo absoluto una típica princesa del pop, porque sin lugar a dudas no será el favorito de los amantes de lo comercial pero si su sello más identificable.
El material además cuenta con la ayuda en términos de producción con el legendario Max Martín, quien estuvo dispuesto a darle compañía en esta nueva faceta mucho más experimental para la artista.
No se trata de un álbum complaciente, sino de una especie de diario que interpola conexiones afectivas en la vida de la artista, desde una elocuencia mucho más armoniosa entre tanta oscuridad de fracasos amorosos reflejados en sus estructuras líricas.
Destacando algunas piezas tenemos que mencionar canciones como en el caso de «Bye», «True Story», e inclusive su corte «We Can’t Be Friends (Wait For Your Love), que si adivinan estuvieron bajo la tela de Max.
Solamente son menos de 36 minutos con extensiones simples que son parte de una transición que colocan a la artista en una posición de notarse que hizo el disco por propio gusto y sin ningún tipo de pretención de una era «pop», porque de esto no tiene nada.